viernes, 11 de noviembre de 2011

DECRETA BIEN PARA VIVIR BIEN





Ya he hablado anteriormente de lo que es un decreto, y ahora quiero profundizar un poquito mas en el arte de saber decretar correctamente.
A menudo invertimos nuestro tiempo y nuestra energía en cosas que no nos hacen verdaderamente felices.
Ser realista no significa ser pesimista o negativo todo el rato.
Ser realista es algo mucho más complicado.
Cuando nos fijamos en las cosas que ocurren a nuestro alrededor, tenemos siempre dos opciones a valorar:

Una de ellas nos muestra la cara oscura de la vida, y se halla impregnada de todos los matices odiosos, y terribles que nos hacen sentir mal. Estas sobresalen con mayor intensidad, porque nos muestran aquellos aspectos que sabemos que no queremos ni deseamos para nosotros, ni para los demás.

La otra nos muestra la cara amable, y se haya impregnada de todos los matices maravillosos y estupendos que nos hacen sentir bien. Por lo general sobresalen menos, ya que nos muestran aquellos aspectos que deseamos, pero que con frecuencia no somos tan capaces de reconocer, porque estamos más atentos a lo que no nos gusta que a lo que si que nos gusta.

Pensemos en una hecho de nuestra vida que nos preocupa, o en una persona con la que no nos llevamos demasiado bien.
¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza?
Probablemente sean aspectos desagradables, tipo:
"Estoy agobiado en el trabajo, porque todo me lo cargo yo,"
"Esta persona es una antipática nunca me dice algo amable, siempre me mira mal."
"Mis hijos son unos desastrados, todo lo dejan tirado y no me ayudan en nada".
"Estoy fatal, me duele todo el cuerpo."

Si, es posible que tengas razón y de hecho seguro que la tienes.
Pero junto a eso conviven otra serie de aspectos, que quedan ocultos, porque nos fijamos más en lo que no deseamos, que en lo que nos gusta  y que seguro, que por pequeños que sean están ahí.
A lo mejor estoy de verdad agobiado en el trabajo, pero sino trabajara seria peor.
A  lo mejor estoy teniendo demasiada carga en el trabajo, pero tal vez, no he pensado en una manera de aliviarla y mejorar la situación porque estoy demasiado ocupado en quejarme.
A lo mejor, mis hijos son desastrados, pero tal vez nunca les he dado la oportunidad de que sean aseados porque acabo siempre ordenando yo sus cosas, porque me pone nerviosa ver su habitación llena de trastos.
A lo mejor mis hijos son desastrados, pero en muchas ocasiones colaboran y me dan grandes satisfacciones y como eso no me preocupa, no reparo en ellas.

Normalmente pasa que cuando algo no nos gusta nuestro deseo es cambiarlo.
Ponemos un montón de energía en llevar a cabo ese propósito y a menudo las cosas no salen como esperábamos.
¿Os habéis planteado que tal vez es el método el que falla y no las personas o las circunstancias?  

Cuando nos fijamos en lo que no nos gusta, hablamos constantemente de ello, nos quejamos, lo pensamos.. no nos lo podemos quitar de la cabeza y estamos alimentando esa parte de la realidad, le estamos dando vida y fuerza y por tanto estamos continuamente fracasando en el logro de nuestro objetivo de  que eso desaparezca
Estamos decretando fatal.


Es una batalla inútil y agotadora.
La Biblia decía: "no os resistáis al mal", muchas filosofías y tradiciones religiosas también lo promulgan," no luchéis contra el mal", al hacerlo lo llamáis, le dais vida, lo hacéis crecer.

Lo primero que hay que hacer para cambiar una situación o un aspecto de la relación con una persona que no nos gusta, es reflexionar y averiguar que es lo que de verdad queremos conseguir, que es lo que deseamos que ocurra en nuestra vida y como queremos que sea.
Saber lo que queremos es el primer paso.
Después debemos analizar la situación y tratar de descubrir si hay algún indicio, algún detalle por pequeño que sea que concuerda con nuestro objetivo, descubrir la semilla por pequeñita que sea del bien en esa situación o entre esa persona y yo.
Y por último pon  toda tu  atención ahí.
Hablar de ello, comentarlo tantas veces como  podamos, igual que hacíamos a la contra,  pensar constantemente en ello y sustituir la queja por una agradecimiento continuo.
Estamos decretando bien.


Si somos pacientes y constantes, igual que hacíamos a la inversa, nos daremos cuenta de  como las cosas van girando.
Esa semilla que contiene el bien que nos interesa, irá creciendo, aumentando, cobrando vida, ya que la estamos alimentando y la parte oscura se ira marchitando, muriendo, por falta de atención.

En vez de luchar contra el mal, habremos conquistado el bien, que a fin de cuentas es lo que nos interesaba, y nuestra energía y nuestro tiempo habrán valido la pena.

Puedes aplicar esto a cualquier área de tu vida.
En el trabajo, en las relaciones, la política, la economía, la enfermedad, los sentimientos... no importa, siempre funciona igual.
Aquello que alimentas con el pensamiento crece, y el universo no distingue entre lo que es bueno o malo para ti. No es una cuestión de suerte, de castigo divino o de recompensa merecida, es una cuestión de energía.
Si quieres estar sano, habla de salud, piensa con salud, comparte tu vida con  gente sana y si hay alguien enfermo a tu alrededor, alimenta su salud  hablando  con ella de ello, pensando en ella desde la salud, hazte un favor a ella y a ti.
Si quieres que la política de tú país cambie, céntrate en las cosas buenas, que las hay, por insignificantes que sean, habla de ellas, decreta bien, agradece que están ahí y dales fuerza, pon todo tu empeño en ello, igual que lo haces, cuando decretas mal.
No es negar la realidad, es concentrar tu mente en lo que vale la pena

La alabanza construye, la queja destruye
Lucha por lo que quieres pero elige bien las armas
No vayas a una manifestación contra la guerra, ve a una manifestación a favor de la paz, como decía Teresa de Calcuta

No le digas a tus hijos, tus amigos, tus padres, pareja, profesores... lo que no te gusta de ellos diles lo que te gusta y hazlo crecer.

Mantén la calma y la serenidad mientras las cosas cambian, dedícate a ser comprensivo y tolerante con los demás y estarás siendo comprensivo y tolerante contigo mismo.

Deja que la mente del que decreta bien gane y olvida los decretos de los que lo hacen mal, no les hagas caso.

No pierdas el tiempo en conversar sobre lo negativo,  que tu discurso valga la pena y sirva para solucionar las cosas.

Si no vas a mejorar las cosas con lo que dices, mejor es que calles y sigas adelante, hasta que las nubes pasen.

Un decreto es malo, no solo porque sea negativo, sino porque no funciona, porque no te hace conseguir lo que deseas.
Un decreto es bueno porque funciona, te hace llegar a la meta deseada y sobre todo, porque hace que nos sintamos bien.

No somos culpables de lo que ocurre en nuestras vidas, pero si que somos responsables, porque somos libres de decidir la actitud con la que nos enfrentamos a ellas.


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