lunes, 3 de marzo de 2014

Sonrisas de trapo









"Fingir que no duele, duele el doble"  dicen que es un tópico, pero no deja de ser un tópico demasiado   cierto, como sentir que tú alma se rompe en mil pedazos, mientras escondes tú dolor  tras una sonrisa de lágrimas, ahogándote en silencio, en un silencio tan hondo, que la luz del sol jamás llegará a iluminar ese rincón donde yacen dormidos esos sueños rotos. Parece que la habitación se ha hecho más pequeña y que el pozo en el que estas, es cada vez más profundo, mientras ahí fuera el mundo es cada vez más inmenso, y piensas que estas sola, a pesar de toda la gente que te rodea. Tus labios pintados con una gran sonrisa fingida hecha de papeles mojados, para no ahogar a los demás en tu llanto, no consiguen lo que pretenden, porque tu mirada te delata con esa lágrima, que resbala desdibujando tú maquillaje, y que es lo único real, que no es fingido, cuando termina la función.
Pero el dolor como el humo de un cogarrillo se consume sin remedio, hasta que de tanto fumartelo sólo quedan las cenizas, como una cicatriz después de la herida. Ya no sangras, se convierte en un recuerdo cada vez más lejano, tan lejano que sólo es un punto diminuto en tú pasado. Despiertas de nuevo y empujas las paredes con tanta fuerza que la luz del sol se abre camino iluminando nuevos sueños por los que luchar. Ella puede, ahora ya no mira al pasado, su alrededor tan inmenso puede sentirlo y quiere ser parte de él. Se levanta, se mira al espejo y sonríe, ya no finge...
Se lava la cara, ya no necesita pintarse una falsa sonrisa porque ahora toda ella es una arcoiris de colores de esos que se dibujan en el cielo cuando el sol sale tras la lluvia. Ahora ya no se siente sola, la gente de su alrededor cobra presencia, y se da cuenta de que lo que verdaderamente importa es disfrutar de esas pequeñas maravillas de la vida, esas que sólo existen en su presente.

Lucía  Sánchez
Marian Marín

Olvidé tu nombre





No puedo pronunciar tu nombre, ese nombre que me hace estremecer por dentro y se cuela entre las costillas de mi pecho como una espada que atraviesa mis sentimientos.
Un nombre que llevo callando hace tanto tiempo que a veces ni me acuerdo, se me hace un nudo del color del cielo gris nublado cuando pienso en las estrellas de tus ojos o el suave aroma intenso de tus besos. Se me escapa un suspiro a cada instante que te pienso, que te sueño, sin atreverme a nombrarte.
Tu nombre no encaja junto al mio. Por eso, tengo en venta mis sentimientos, y mi corazón gastado, como un reloj antiguo, ya no da las horas porque se pararon las agujas en aquel minuto de aquel mágico beso, que me robaste por casualidad. Y las alas de la mariposa que voló hasta tocar la luna se cerraron cuando nos dijimos aquel adíos sin palabras y ya no te volví a ver nunca más.
Y desde entonces mis labios ya no besan, y mis brazos no encuentran el calor de tus abrazos en ningún cuerpo por mucho que los busque. Mi mirada se perdió  en el océano de tus ojos y ya no logro encontrar esa chispa en ningunos otros. Me abandonó la magia, que se quedó en aquella orilla de la playa, cuando tú y yo cogidas de la mano dejábamos que la luz de las estrellas bañaran nuestros desnudos pies descalzos que iban dejando grabadas en la arena las huellas de nuestro amor.
Por eso ya no puedo pronunciar más tú nombre, porque si no es junto al mio ya no me apetece, y los recuerdos me hacen daño porque las huellas de esos pasos en la arena las engulló el mar, y nuestro amor se hundió como el Titánic, pero entre las costillas de mi pecho cada vez que suspiro por tí corren rios de sangre que se convierten en la tinta roja con la que escribo ahora un te quiero olvidado que tús oídos jamás volverán a escuchar, ni mis labios podran saborear.

Marian Marín.

Maldito condicional



Si me dejara llevar por las sensaciones que habitan dentro de los huecos de mi corazón, iría ahora mismo a buscarte, a enrredarme entre los rizos de tu pelo, a recorrer despacito las curvas de tus labios con mis dedos.
Iría a mirarme en el inmenso océano de tu mirada y a flotar sin moverme, dejándome llevar por el vaiven  del agua de tus lágrimas que enjugaría en silencio, besando cada trocito de tu alma herida.
Iría para cantarte, susurrandote al oído, apoyando mis labios sobre tus labios, canciones que acunen tu pena, canciones que llenen ese vacio tan lleno que hace que tu vida sea insoportable.
Iría, íria... Pero no puedo, porque se que tu no quieres y por  eso yo me quedo, aquí, soñandote, dibujando con los pinceles de mi mente y mi imaginación esa escena perfecta donde sólo existimos tú y yo.
Si tu corazón quisiera, si tu corazón pudiera, yo iría a ofrecerte el refugio que tu desdicha anhela.
Iría a hibernar tu dolor, a convertirlo en un río de sonrisas por donde navegar tú y yo.
Si me dejara llevar... Haría tantas cosas que no puedo: iría, amaría, lloraría, abrazaría, besaría, acunaría, y te sentiría... Pero ni siquiera me atrevo a soñar ese condicional que me atraviesa por dentro. Pensarlo sólo me parece un disparate, porque yo tampoco puedo, aunque quisiera no podría, por eso mi alma calla tu nombre y mi voz se duerme entre las sábanas de un: "si me dejara llevar..."

Marian Marin